viernes, 17 de febrero de 2012


Mi experiencia con los premios y certámenes literarios

viernes, 17 de febrero de 2012

Nos llega a Ákaba Enternaiment, las experiencias personales de uno de nuestros principales miembros ("ElKolorao").
:Primero decir que no tengo un grato recuerdo de los fallos del jurado de los premios a los que he asistido. En el primero que probé, el Premio Potas de Mar y otros elogios a la redacción más imaginativa e ingeniosa que incluyera las palabras acetato, celulosa, anillo vibrador e infinitesimal, conseguí un exiguo segundo premio. Este certamen estaba patrocinado por la casa editorial Muebles de Oficina & cia, del cual me enteré en ocasión de una visita que realicé a su fábrica por motivos de negocio. En el transcurso de dicha visita me endosaron dos folletos si mal no sé contar, uno accidentalmente, el propio de las bases del certamen y uno de carácter publicitario de la susodicha empresa.

   A dicho certamen se presentaron las autoridades literarias más célebres e importantes del país, a los cuales como simple aprendiz de poetastro que soy, rindo mi admiración más discreta, pulida y planchada.
     He de decir que considero que debió de habérseme entregado el primer premio, concedido al libro Vida y obra de una ameba, el cual no niego que superara con creces en cuanto a su calidad literaria y maduro e inteligente humor utilizado en sus más que excelentes trescientas cuarenta y dos páginas, a mi redacción titulada Inventario de oficina, pero esas dos hojas a doble cara por supuesto, y grapadas con mi talento mas intestinal y la inspiración más refinada que yo he alcanzado jamás, me costaron aproximadamente unos 4 meses, trece días y diecisiete horas con cincuenta y tres segundos, de redactar digo, no de grapar, esta tarea me ocupo tan solo unas ridículas ocho horas. 
     Téngase en cuenta además, la calidad del resto de las redacciones presentadas, tales como Inventario de mesa de oficina, Inventario de cajón de mueble de oficina y la mejor para mi, por su originalidad, Recuento de cosas encontradas en una habitación dada por ejemplo una oficina. Pero no es menos cierto que la alegación presentada por mi parte al fallo del jurado, ya digo, no fue por la indudable calidad del libro ganador, sino dada la condición autobiográfica de este. 
     El autor en mi más solemne e ignorante opinión hizo un fácil repaso por anécdotas de su vida, eso si de manera aguda y mordazmente genial, pero hablar de uno mismo no me parece muy imaginativo, además de una falta de educación. Es por esto que pienso que el jurado debió tener en cuenta que yo tuve que, para realizar mi obra, ponerme en la piel de un escritorio de oficina, con lo embarazoso, y a la vez tan vergonzoso como deplorable que supone este ejercicio de abstracción ante las amistades de uno, por no hablar de los motes y chascarrillos varios que tuve que soportar sobre y en mi persona durante varios fines de semana, a la sazón de dicho ejercicio de abstracción. Por otra parte este tan titánico como inútil esfuerzo y sin ánimo de justificación peregrina, me provocó varias semanas de reposo en cama con altas fiebres y bajos pensamientos.
Al segundo premio que me presenté, la situación fue un calco de la anterior. No me meteré con la condición equina del escritor, pues cada uno puede acostarse con quien quiera, y no seré yo quien haga bandera de cualquier tipo de discriminación o falsa tolerancia, incluso aunque en realidad y esta es mi sospecha, ante el fiable rumor que se extendió durante la cena de gala, de que en realidad digo, el autor era un asno. Pero dada la educación y el recato con el que trató a sus contertulios y comensales de mesa, incluso ofreciendo de su ensalada de alfalfa a Einnig Koller, conocido por su furibundo vegetarianismo militante y militarista, además de sus acertados comentarios sobre el neo-romanticismo tardío bávaro durante el transcurso de dicho ágape, y que al parecer todo el mundo alaba pero nadie escuchó, nadie encontró motivos de sospecha suficientes que confirmaran dicho rumor, quizá por pereza, quizá por el champán también patrocinado por Muebles de Oficina & cia, quien sabe.... 
     Otros rumores apuntan a que su discurso estaba plagado de rebuznos, pero no es tarea mía juzgar las opiniones políticas de mis compañeros de profesión, más si cabe al enterarme de que también el ganador era jefe de redacción en un periódico de la competencia, como yo.
Mi alegato esta vez, que tampoco fue escuchado, fue por el método empleado por el autor ganador, ya que resulta evidente incluso para un jurado de premios literarios, que era un plagio del famoso recurso estilístico utilizado por el también famoso y por otra parte libro de cabecera del autor galardonado, William S. Burrough: el conocido por cut up. 
     El último rumor que menciono arengado por mi tendero que por cierto, siempre huele a arenque, es que se encontraron restos de recorte de titulares de periódico, en la habitación del hotel donde se hospedaba el autor triunfador del certamen. Además también había restos de pegamento de contacto, comprado en un establecimiento asiático de productos reducidos de precio, encontrados en la toalla en la cual seguramente se había secado el tan vanguardista escritor, después de eso sí, tozudamente haber realizado varias abluciones de manos, quiero decir pezuñas, no digo más. 
     En cambio mi redacción estaba estructurada de una manera totalmente innovadora al fragmentar la narración en tres partes, llamadas por mí aún no se muy bien porqué, planteamiento, nudo y desenlace. Me decanté por esta opción que tarde varios meses en madurar en mi cabeza, hasta que esta se abrió cuál melón, descartando la clásica y superada en esta mía obra, de escribir y ver qué pasa. Plasmé esta obra en cuatro fantásticas páginas llenas de una acertada falta de coherencia, superando mis obras anteriores que ya iban en esta línea y anunciaban ya una proverbial carencia de coherencia absoluta, tanto personal como literaria tan conocida por el público como por la crítica, aunque no hayan dicho todavía nada a día de hoy.
Estoy hablando por supuesto de mi obra Prólogos para las redacciones de mi sobrina de tres años para el kindergarten, la cual si bien es cierto que el público compro masivamente durante una hora y treinta minutos, no menos cierto es que fue superada por otra obra, y esto es algo que todavía no alcanzo a entender, que fue publicada justo una hora y media después. Estoy hablando de la obra número uno de ventas durante quince semanas, titulada Redacciones de una niña de tres años para el kindergarten, sobrina de un pésimo escritor y peor persona. 
     Atribuyo el éxito de esta obra, a que claramente de las cincuenta y siete redacciones al menos dos fueron prologadas por mí, aunque también inexplicablemente estás fueron las más denostadas por la crítica y retiradas prontamente por su falta de demanda de los más importantes centros comerciales. Añadir que hubo una campaña difamadora que extendió el rumor de que mi obra era un plagio de las redacciones de un compañero de pupitre de mi sobrina, cosa que no es cierta, al menos no del todo, puesto que para escribir mi obra, cierto es que me base en unas notas previas que tomé a modo de documentación de estos dichos papeles, aprovechando que por pura casualidad y tras varios intentos, mi altura me daba para mirar por encima del hombro, pero luego yo mismo hice una interpretación libre de estas notas, lo que por otra parte, explicaría la absoluta falta de coherencia del texto, sin contar con que tomar notas es algo que siempre se me dio pésimamente incluso peor que escribir por increíble que parezca.
      También niego las acusaciones contra mi persona referentes a mi intento de aprovechar el rebufo inevitable que acompaña todo descacharrante éxito literario, al fin y al cabo todas estas colaboraciones con mi precoz familiar escritor, tan solo me han reportado unos cochinos miles de euros, una casa en las afueras con piscina, un coche de gama alta, y un casorio con una modelo tan austriaca como arribista de tan solo dieciocho años y un dominio de varios idiomas que ya quisieran para si en la ONU (aunque parece ser que también van sobraditos de modelos políglotas por aquellos lares…). 
Todo esto como podrán comprender no compensa los muchos disgustos, y las varias enconadas discusiones literarias, llenas de balbuceantes calumnias contra mi persona, por parte de los compañeros de pupitre de mi sobrina, a los cuales he retirado en repetidas ocasiones el saludo, con tal de salvaguardar mi afamado por impecable, sentido del honor y la dignidad.
     Aún guardo en mi retina las caras de mis pequeños en estatura pero rivales de discusión al fin y al cabo. Mi discurso fue inapelable, y estoy convencido que de haberlo escrito hubiera sido mi mejor obra, no si por su calidad si por su alta moral humana y humanista contenida. En el transcurso del inapelable y brillantemente enhebrado y sobrio discurso, tuve que hacer varios recesos debido al constante ir y venir al lavabo de mis rivales debido al poco control de esfínter y próstata propio por otra parte de tan corta edad, pero esto no hizo mella en mi ánimo y no fue ni mucho menos en detrimento de lo expuesto por mi persona. 
     En cambio mi incontinencia urinaria , dada mi edad no puedo justificarla. Pido disculpas desde esta intachable publicación (y podemos dar fe de ello, puesto que tras innumerables intentos infructuosos de tacharse por parte de nuestros subscriptores, han comprendido que vano es el intento de escapar de la cultura con mayúsculas… ¡caralibro!), en fin sólo decir que el gozo que me producía oír mis propias palabras y además dichas una seguida de la otra, cosa que para martirio de mis interlocutores no acostumbro, me produjo tal relajo que…, ejem, solo puedo decir a mi favor que no volverá a pasar.
Aprovecho también para negar las acusaciones que se me hacen por parte del profesorado presente, puesto que su vitriólica y absurda historia cuya línea argumental a grosso modo viene a decir que miento, y que en realidad todo mi inapelable discurso consistió en varios gruñidos, más propios de un gorila de Jeane Godall que de un humano, y que no contenta mi persona con el denigrante episodio que estaba ofreciendo y ante los cariacontecidos presentes, a modo de, como colofón o epílogo, y para únicamente remarcar mi discurso y dejar claro el peso de mis argumentos, bajé mis pantalones hasta la altura de los tobillos, miccionando intencionadamente mientras giraba sobre mi misma persona trescientos sesenta grados cual peonza de madera o tiovivo (lo que viene siendo un sinvergüenza), todo esto además subido arriba de la mesa naranja circular, también llamada la del grupo de los animales de la sabana. 
     Esto es imposible, y ya digo cae por su propio peso, dado que como de todos es bien sabido, el gorila es más bien un animal de montaña selvática que de sabana.
La vida es un chiste, pero muy profundo.
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